Abrazando la tristeza

Entre el repertorio de emociones que presentamos como humanos quizá la más inspiradora tanto en el arte como en la música sea la tristeza. Las obras más brillantes llegan después de noches en vela y sufrimientos que encogen el alma.La tristeza se encuentra entre nuestras emociones primarias y es adaptativa dentro del contexto adecuado. Gracias a ella, durante el tiempo que dura su manifestación, nos obliga a parar nuestro ritmo habitual para poder pensar en aquello que la ha producido, en cómo hemos actuado y qué podríamos haber hecho diferente, facilitándonos la introspección. Si la tristeza aparece cuando perdemos a un ser querido, nuestro entorno responde apoyándonos en la situación, por lo que aquí tendría una función relacional, fomentando la empatía en quienes nos rodean. Transitar por ella nos ayuda en el proceso de duelo, elaborando la pérdida. Su expresión alivia el dolor que podamos sentir, por lo que después de hacerlo nos sentimos “un poco” mejor.

Hay una historia muy profunda detrás del reconocido Maestro Joaquín Rodrigo y su obra el “Concierto de Aranjuez”. Fue tras la pérdida de su hija durante la gestación cuando compuso esta melodía, fue el dolor y la tristeza la impulsora tanto del Adagio como del Allegro… Y es que necesitamos saber que en algún punto después de este sentimiento de vacío y dolor…algo nos devolverá el sentido.

Los escritos más brutales de Charles Bukowski están llenos de crudeza y sufrimiento, escondidos tras ellos están la frustración, alguna que otra adicción y la falta de recursos económicos. El poeta Jorge Manrique llena sus versos de sensibilidad ante la muerte de su padre y nadie afirmaría tras leerlos que era un hombre de armas capaz de sesgar la vida de su enemigo durante la batalla sin dudarlo.

Otro ejemplo de transformación del dolor y sufrimiento en arte es la escultura de “Eros y Psique”, de Canova. Debido a los continuos esfuerzos físicos que tenía que realizar el escultor para trabajar el mármol, el uso del trépano le producía una gran tortura al comprimirle el pecho. Dicho suplicio no le impedía seguir creando desde el tormento obras de valor incalculable, llenas de lágrimas auténticas que no se ven entre los más de mil detalles que su creador quiso compartir con quien admiré su trabajo. Y es que la tristeza se puede abrazar como una parte más de nosotros mismos, conectarnos a nuestro dolor nos dará el impulso que necesitaremos para continuar, porque si algo sí que es la tristeza es aprendizaje de VIDA. Y es que cuando un padre me mira y me dice afligido entre afirmando y preguntado: “No sé, tendré que continuar, ¿no?, sin mi hijo…, ¿verdad? Lo único que puedo decirle es: Vas a seguir cargando con él, pero su peso ya no estará en tus brazos. Tendremos que encontrar juntos la forma de recolocar tanto dolor”.

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